Opinión

Un increíble suicidio con tres balas. Una asombrosa alianza de hecho (o no tan de hecho) entre el kirchnerismo y los seguidores de Antonio Domingo Bussi, el otrora autocrático interventor militar en Tucumán. Gobernadores que entraron en la residencia de Olivos con una posición y salieron con otra muy distinta. Senadores que se preparan para asumir nuevas funciones en la administración pública cuando hayan concluido su mandato, dentro de dos meses. Esos son algunos de los trazos del lienzo de prebendas y de favores que acompañaron hasta su último instante el trámite legislativo del proyecto de ley de medios audiovisuales.
Las leyes necesitan legitimidad y no sólo legalidad. Es la condición de cualquier ley, pero esa condición es más necesaria aún para una legislación que regulará la libertad de expresión, la primera de las libertades, porque sin ella no existirían las otras. La legitimidad de la ley podría ser razonablemente puesta en duda porque el voto de muchos senadores se decidió entre tantas oscuridades.
Es cierto nomás: Néstor Kirch- ner cree que el triunfo parlamentario de esta ley borrará de la memoria colectiva la derrota electoral del oficialismo el 28 de junio pasado. Pura ilusión. Sin embargo, ese proyecto imposible lo llevó a acercarse a Ramón Saadi, ex caudillo de Catamarca, a quien Carlos Menem (amigo histórico de su familia) lo intervino cuando era gobernador en medio del escándalo nacional que desató la cruel muerte de María Soledad Morales, en 1990.


Kirchner tiene estómago para todo: ya había negociado con Saadi, en julio de 2008, la adhesión de éste en la votación perdida por la resolución 125 de retenciones a la soja. El ex presidente no es experto en descubrir las bondades del género humano, pero sabe desenmascarar -hay que aceptarlo- los peores instintos de las personas.
¿Qué político no siente, en última instancia, que ha sido o es víctima del periodismo, cuya obligación consiste, precisamente, en echar un permanente haz de luz sobre la política? Saadi cree que perdió la heredada sumisión de los catamarqueños hacia su familia, no por obra de sus extravagancias y estragos, sino porque el periodismo los reveló ante la opinión pública. No le falta razón, aunque también unió lo útil con lo agradable. Saadi volverá a Catamarca con el apoyo del kirchnerismo para intentar retomar la conducción del peronismo.
La muerte de Hernán González Moreno en Corrientes se parece cada vez más a un crimen político en medio de la dura lucha electoral entre los dos primos Colombi. Nadie sabe qué hacía González Moreno, de desmesuradas costumbres personales, en el círculo íntimo del actual y derrotado gobernador Colombi. Una versión que crece con el correr de las horas atribuye el eventual homicidio a hombres cercanos al actual gobernador, con la intención de tirarle un muerto al Colombi opositor y ganador de las últimas elecciones. Pocos días antes de su extraña muerte, González Moreno había denunciado por enriquecimiento ilícito al Colombi que no está en el gobierno.
En medio de una estrepitosa derrota, con las arcas provinciales vacías y con los jueces hurgando cerca de sus talones, el actual gobernador Colombi entró hace pocas noches en la residencia de Olivos. Hasta ese momento, tanto él como la senadora que le responde, Dora Sánchez, eran convencidos opositores al proyecto de ley de medios. Colombi abandonó la casa de los presidentes y su senadora anunció, casi inmediatamente, que apoyaría el proyecto oficial. ¿Dinero para llegar serenamente hasta el final de su mandato, el 10 de diciembre? ¿Alguna promesa de impunidad sobre la causa de aquella escandalosa muerte que acosa al gobernador vencido? Nadie lo sabe, pero hubo ofertas de todo tipo.
Los dos Colombi vienen del radicalismo. El gobernador derrotado surgió protegido por el radicalismo K que creó y lideró durante un tiempo el vicepresidente Julio Cobos. También la senadora Sánchez militó en el cobismo. En algún momento, Cobos deberá explicar esas protecciones que les permiten aún hoy a muchos radicales, con igual desenvoltura, estar a favor o en contra de Kirchner.
Dicen que los dirigentes de Bussi negociaron que el viejo militar pueda cumplir arresto en su domicilio, por varias causas de violaciones de los derechos humanos en la década del setenta, en lugar de la unidad militar donde está ahora. A Bussi le daba lo mismo votar ese proyecto de una forma u otra: nunca le tuvo fe a la libertad de prensa.
No obstante, que Kirchner y Bussi hayan hecho una alianza para tumbar una "ley de la dictadura", y que ambos se hayan puesto de acuerdo en que el periodismo es el enemigo común de ambos, no deja de ser una ironía de la historia y una expresión cimera de la hipocresía política.
* * * Un lienzo de favores y de prebendas
Joaquín Morales Solá
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Texto:LA NACION
foto:Clarin

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