"Cerati: Terapia de amor intensiva"

"Faltó pasarlo por la libreta, enseñarle la Canción Nacional y ponerle un traje de huaso para que pasara por un chileno más. Porque este cantante, compositor y gran guitarrista argentino, que hoy tiene a medio mundo conmovido por un estado tan trágico e inesperado como el suyo, siempre despertó una extraña sensación de pertenencia por estos lados. Incluso en los tiempos difíciles, en plenos 80, cuando pasearse con un Ford Falcon por Reñaca con patente bonaerense representaba un gran atrevimiento y las uniformadas autoridades chileno-argentinas de la época habían agarrado la moda de mostrarse los dientes, Gustavo Adrián Cerati caminaba feliz por estas calles convertido en una suerte de McCartney tercermundista y despertando un histerismo que muy, pero muy pocos han generado en esta tierra.
En Chile entendió de golpe que lo de Soda Stereo podía ser mucho más que una moda en su país natal y fue aquí donde encontró a una mujer, crió a sus dos hijos y publicó algunos de los mejores discos junto a su banda y también como solista.
Porque una cosa es facha y moda y otra es talento. Y Cerati las tuvo todas. Sofisticó un "rock latino" que hasta antes de él era una pobre réplica de cómo sonaba en el mundo en los 80, y siempre guiado por un gran olfato musical pasó en cosa de seis años de escribir sobre asuntos como Mi novia tiene bíceps a Un millón de años luz.
En su estilo, siempre algo displicente y como mirándote por sobre el hombro, como dejándote bien claro que la estrella era él, Cerati se sentía cómodo por acá. Trajo todos sus proyectos a esta tierra, desde los mejores discos de Soda Stereo hasta su chiste de "episodios sinfónicos", pasando por hobbies convertidos en proyectos de música electrónica. Y a pesar de lo osado, y de que algunas veces quiso pasar gato por liebre, su público chileno nunca le falló y le perdonó todas.
A este transandino por el que hoy se elevan todas las plegarias y los deseos de que se recupere, de que haya un milagro y salga caminando con su paso de tranco largo y su pose de galán sin edad, se le quiso más que a los propios músicos chilenos (por razones que van de su histórica llegada entre las mujeres y la silenciosa admiración de los hombres) y son muchos, quizás más de los que están dispuestos a admitirlo, los que podrían pasar una tarde entera debatiendo sobre cuál es la frase favorita de una de sus canciones, las mismas que fueron la razón de su tremendo éxito y que hoy, en este trance maldito de no saber qué diablos le pasará, se convierten en su silencioso tributo. Como un rezo, como lo único que nos queda, como una terapia de amor intensiva."


Publicado en La Tercera, el viernes 11 de junio de 2010

de Mauricio Jürgensen :

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